martes, 6 de marzo de 2012

Otras bromas de Ángel Zapata



Ángel  Zapata volvió. La última vez que coincidimos con él fue el año pasado en la clase final de Filosofía: «Amar —apunté como cierre al curso— es dar lo que no se tiene a otro dispuesto a recibir lo que no hay. El amor ocurre en el ámbito de lo simbólico. Decir “te quiero” equivale a decir “me comprometo a comportarme como si te quisiera cuando no te quiero”».  Este el tipo de bromas de Ángel Zapata.

Entró a clases y se cruzó de brazos sobre la mesa.

—Entonces, ¿dónde nos quedamos? —preguntó—. ¿En Aristóteles?

Ángel Zapata volvió para el curso de Análisis textual. Comentamos un relato de Shepard para rematar los clavos del esquema clásico de representación narrativa y echarlo luego por tierra. «El esquema clásico de representación es falocéntrico. Es la representación de la realidad que tienen los hombres. Cuando un hombre desea es un a  que busca x. Hay una historia que sobrevive y se estructura sobre un deseo. Para el hombre, a diferencia de la mujer, siempre hay algo que buscar en esta vida. ¿Y si no?».

Y si no, no hay historia. Hay otra cosa: no hay deseo; hay goce. De ahí surge el esquema de representación femenino, explica Ángel, con la crítica feminista. La prosa se encrespa, se desenhebra el hilo argumental, la respiración se demora como un peine en una melena larga y espesa. Las palabras vibran, ondulan, refulgen, emanan, arden. Son verbo en cuanto carne: la palabra está en la imagen a flor de carne. Flor tensa, inmarcesible. No importa el tiempo, salvo como rapto o pérdida: total, no hay nada preciso que buscar.

«El deseo de la mujer parte de una falta. No hay falo. El deseo sucede en el registro del goce femenino; no es exterior: ocurre dentro y por todas partes. Carece de foco. Es esa facultad maravillosa y envidiable que tienen las mujeres para llorar por nada».

El sol aún no se había alzado. Sólo los leves pliegues, como los de un paño algo arrugado, permitían distinguir el mar del cielo. Poco a poco, a medida que el cielo clareaba, se iba formando una raya oscura en el horizonte, que dividía el cielo del mar, y en el paño gris aparecieron gruesas líneas que lo rayaban, avanzando una tras otra, bajo la superficie, cada cual siguiendo a la anterior, persiguiéndose una a otra, perpetuamente (Virginia Woolf, Las olas).

El goce, ese oleaje que se persigue, perpetuamente.

Pero nada con Ángel resiste por mucho tiempo la pose afectada, el contraposto: «Proust, por ejemplo, es una escritora. Ahí no hay falo». Estas son otras de las bromas de Zapata.

*

Un día que iba a la Escuela, me lo encontré fumando en la calle.

—Te ves muy sonriente. Estás radiante —me dijo con el cigarro en una mano mientras me acercaba a saludarlo.
—No sé por qué. La verdad es que estoy un poco enferma —alegué.
—Será precisamente por eso —. Aspiró el cigarro y me sonrió con el humo dentro.

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