Marcel Proust
Desde las catamcumbas literarias.
Evidencias del culto proustiano halladas el viernes 8 de abril de 2011. |
Para escuchar de rodillas.
«—Hay en las nubes de esta tarde violetas y azules muy hermosos (…), un azul, sobre todo, más floreal que aéreo, el azul de la cineraria, que choca mucho visto en el cielo. Y también esa nubecilla rosa tiene un tinte de flor, de clavel o de hidrangea. Sólo en el canal de la Mancha, entre Normandía y Bretaña, he podido hacer observaciones más copiosas sobre esta especie de reino vegetal de la atmósfera. Allí, junto a Balbec, junto a esos lugares tan salvajes, hay una ensenada de suavidad encantadora, donde la puesta de sol de esta tierra de Auge, esa puesta de rojo y oro, que, por lo demás, aprecio mucho, no tiene ningún carácter, es insignificante; pero en esta atmósfera suave y húmeda se abren a la tarde, en unos pocos momentos, ramos de esos, celestes y rosa, incomparables, y que a veces tardan horas en marchitarse. Hay otros que se deshojan en seguida, y aún es más hermoso el espectáculo de un cielo todo cubierto por el dispersarse de innumerables pétalos azafranados y rosa. En esa ensenada, que parece de ópalo, todavía son más femeninas las playas doradas, porque están atadas, como rubias Andrómedas, a las terribles peñas de las costas próximas, a esa fúnebre costa, célebre por sus numerosos naufragios y donde todos los inviernos sucumben tantas barcas al peligro del mar».
Por el camino de Swann (1913).
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