domingo, 11 de diciembre de 2011

Nicanor





Yo he leído poco a Nicanor Parra. Digamos que el nuestro ha sido de esos encuentros que no han cuajado. No sé por qué, la verdad, porque en Latinoamérica se crece a la sombra de su nombre, a la sombra de una hoja de parra como él mismo llamó aquel libro. Quizá es porque, en general, soy una escéptica de los antismos. Una anti-antis y Parra se vendía como eso: la antinomia, la antítesis. El Antígona de la poesía. Es lo que tiene la literatura cuando es en verdad literaria: acoge también a los que la niegan, reafirmándola, y no excluye ninguna especie de su creación. Más poeta o más antipoeta, no puede negar sus orígenes. Parra está a codo con Neruda y con Vallejo y con una tradición y, por si quedaran dudas, ahora también con Cervantes.

También pienso en Nicanor como en ese Baco vetusto que apartó su parra esa parra florida con la que otros poetas ocultan y custodian lo prohibido (el genital de un dios griego, el pezón de un ángel) y él la apartó, en cambio, Nicanor apartó su parra para desocultar y negarse a sí mismo y ser también un anti-Parra.

A Parra lo seguí durante un tiempo a través de un compañero de un taller de poesía que lo imitaba. De esas lecturas tangenciales, ahora recuerdo un verso de aquellos años que quizá le deba a Nicanor:

Volver es revolver con revólver

Como dijo Bolaño: «El que sea valiente, que siga a Parra».

Dejo como epílogo a esta nota un cuidado perfil de la periodista argentina Leila Guerriero para El País

-Fíjese todo lo que han hecho y no han podido resolver ese asunto.
-¿Qué asunto?
-El de la muerte. Han resuelto otras cosas. ¿Pero por qué no se concentran en eso?

5 comentarios:

  1. A veces uno redescubre ciertas sentencias, en forma de poema (por ejemplo), que le reconcilian con la literatura, un autor o con la vida.
    Eso es lo maravilloso.

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  2. Hola, Diego. Justo estaba editando la nota cuando leí tu comentario. Ya creo lo que dices y creo también que Nicanor otorga esos momentos de epifanía; cómo no. Es ahí cuando, a mi parecer, uno conecta con el poeta, con el poeta de verdad, y prescindimos del personaje (el antipoeta, quizá). Y ese encuentro humano es maravilloso.

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  3. Solaris. Me ha hecho pensar en usted, Mermando. ¿Lo ha leído?

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