Después del Aula Creativa de aquel sábado ya relatado, Blunia se quedó interrogándose en la sala Moby Dick de la Escuela, sentada junto al piano blanco —esa ballena melvilleiana de Antonio—, y garabateó en su lengua sibilítica una serie de preguntas que he dado, más o menos, en traducir con el fin de publicarlas en su nombre y en el de su lindo ritual. Neruda, por ejemplo, decodificó muchas de las preguntas que se había formulado Blunia en otra época —preguntas todas existenciales, es decir, del existencialismo más puro de la poesía y la imaginación— con resultados más felices y generosos que los diez que he esbozado. Pero qué se le va a hacer si Blunia no escribe recto para todo el mundo.
¿Qué pasaría…
Si el sol no fuese tan solo un relámpago.
Si la neblina hablara glíglico.
Si las tortugas se orugaran antes de ser mariposas.
Si entrara un lobo alunado al lupanar de la luna.
Si los sombreros nos escogieran.
Si el colmo de las colmenas fuesen los volcanes.
Si alguien alguna vez nos regalara el ramo de moras que está escondido en la palabra amor.
Si cruzáramos el Atlántico en el velamen de las nubes.
Si las monedas parpadearan.
Si los deseos que nos cumplen las pestañas cuando se desprenden estuvieran en la ñ ?
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