La digresión es una ruptura del discurso que le permite a una voz narrativa cavilar, discurrir, filosofar, recapacitar, dialogar consigo misma, desvariar. La digresión es eso: principalmente, una licencia para el desvarío. Son esos momentos de la narración en los que nada pasa, en los que el tiempo se suspende. Se avería. Y mientras repara su gran rueda, el narrador se baja del carruaje de la historia, se detiene, mira a su alrededor, toma conciencia de sus sentidos, de sus emociones, de su soledad. Y sucede algo más, el pequeño milagro de la narrativa: alguien nos habla en voz alta y hace audible su vida secreta.
Hay lectores que babean sobre el papel con una digresión; se aburren. La acción es lo único que los retiene, la pulpa de la historia con su planteamiento, su nudo y su desenlace; sus puntos de giro, sus reveses, sus complicaciones y su epicentro: el conflicto. Sin embargo, otros acaso solemos incorporarnos en esos trances, despertarnos en ese preciso instante en el que comienza el sueño, la eternidad. En los que, fuera del tiempo, nadie nos está contando nada, salvo la transparencia de su fluir interior. Nos une, en parte, esa leve melancolía de toda cavilación. Y «hacemos propio el sentimiento ajeno», eso que decía Machado, y experimentamos «el placer poético del paseo» del que nos habla Proust.
Este Digresionario es un cuaderno de notas, un registro personal de mi paso por el máster de Narrativa de la Escuela de Escritores. Son anotaciones sueltas, reflexiones, trazos, gestos, impresiones sin un conflicto ulterior al propio de la vivencia individual del oficio, al del aprendizaje de la escritura.
Lorena,
ResponderEliminaryou should do some entries in Latvian!
Good luck with this writing project!