domingo, 6 de noviembre de 2011

Herbolario de malas hierbas


Gertrude Stein


Juro que elegí la foto más fotogénica


Hace un par de semanas, iniciamos la clase de Lectura Crítica II con Eloy Tizón. Como introducción al curso, después de haber elogiado la lectura y sus reinos, reservamos un trozo de la tertulia al inframundo despiadado de la crítica y el desconcertante idilio de la fama. Eloy compartió con nosotros un pequeño libro que a modo de juerga leímos en voz alta y que registraba las decapitaciones más yuguladoras que han hecho los críticos con los grandes escritores. Fue un ejercicio de catarsis mucho más ligero y generoso, quiero creer, que los ya vistos en las plazas de la Revolución. Me encargaré de ir compartiendo con el tiempo este herbolario de malas hierbas.

Es el caso de Gertrude Stein, quien en 1912 envió su manuscrito para la publicación de A long gay book a un editor londinense. Uno de los fragmentos que recogía aquel libro gravitaba en torno a cierta prosa alambicada y «cubista» que pareció merecerle la respuesta posterior:

«Amar es algo. Cualquier cosa es algo. Los bebés son algo. Ser un bebé es algo. No ser un bebé es algo. Llegar a ser cualquier cosa es algo. No llegar a ser cualquier cosa es algo. Amar es algo. No amar es algo. Amar es amar. Algo es algo. Cualquier cosa es algo. Cualquier cosa es algo. No llegar a cualquier cosa es algo. Amar es algo. Necesitar llegar a algo es algo. No necesitar llegar a algo es algo. Amar es algo. Cualquier cosa es algo».

Así las cosas, esta fue la elegante esquela de rechazo que le envió aquel editor:

«Querida y estimada señora, soy solamente uno, sólo uno, sólo uno. Sólo un ser, un ser solo simultáneamente. Ni dos ni tres, sólo uno. Sólo una vida por vivir, sólo sesenta minutos en una hora. Sólo un par de ojos. Sólo un cerebro. Sólo un ser. Y por ser sólo uno, por no tener más que un par de ojos, no poseer más que un tiempo, sólo una vida, no puedo leer su manuscrito tres y cuatro veces. Ni una sólo. Sólo una mirada, sólo una mirada basta. Apenas si se vendería un ejemplar. Apenas uno. Apenas uno. Muchas gracias. Le devuelvo el manuscrito por correo certificado. Un solo manuscrito por un solo correo. Atentamente suyo, A. C. Fifield».

Para qué, si no, existen los eufemismos.

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