Para un ars pedagógica
A mis alumnos-compañeros
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Sappho © Akbar Sim |
Las palabras que transcribo, a
continuación, pertenecen al testimonio de Christian Ide Hintze, uno de los fundadores de la Escuela de Poesía de
Viena. Tuve la oportunidad de escucharlo hace unos meses en Orivesi
(Finlandia), gracias a las milagrerías de la celuloide y la celulitis documental
que, en este caso, honran lo que podríamos llamar, en cierto modo, el antiarte poético y transgresor de un
hombre que cometió la «sabia locura», según Allen Ginsberg, de crear una escuela de
poesía.
El caso es que Hintze
nos cuenta allí, en un café vienés, con un jugo de naranja y una de esas tartas
de chocolate amargo y mermelada de arándanos (mejor que la de albaricoque), que
esas sabias locuras le vinieron de Eros (que, bien visto, tiene algo de la
amargura del chocolate vienés y la lascivia del arándano). Y, por supuesto, me puse a pensar en mis alumnos-compañeros, en la alumna que he sido y soy, y
por extensión, en mis maestros y maestras (unos y otros un poco amantes todos), y coincidí absolutamente con Hintze (de hecho, mi encuentro con él, allí, tuvo su iluminación) en que no hay aprendizaje ni vivencia poética, a la par inspiradora y
trasformadora, sin erótica, así sea la mínima experiencia golosa y salival de
una torta Sacher que entre en el alma por el chillido de un tenedor arañando el
plato.
Recordemos que Bataille hablaba de tres eróticas: la erótica sexual, la erótica del corazón y la erótica de lo sagrado.
Recordemos que Bataille hablaba de tres eróticas: la erótica sexual, la erótica del corazón y la erótica de lo sagrado.
Allí, precisamente, en esos tres umbrales en los que experimentamos las transacciones entre cuerpo y alma, en esa «tensa emotividad» entre Psique y Eros, empiezo a situar lo que ha sido el descubrimiento y la reafirmación de cierta ars pedagógica: en el goce de la lengua —de la lengua madre, ¡Ave María Purísima!—, rebuscando y libando esos límites, esas comisuras.
*
Eros, atención y sensual apertura
Builders of poetry worlds
The Vienna Poetry School (schule für dichtung) video conversations with Christian Ide Hintze
Eros es algo así como una apertura sensual
y fisiológica de la atención hacia uno mismo, hacia otra persona o hacia una relación.
Creo también que Eros es el mejor estímulo para el aprendizaje. Uno puede verlo
en Safo, la primera persona en la historia de la humanidad en describir a Eros
en un poema: «Eros escudriñando otoños, como el viento de los robles
en mis ramas y este temblor ... ».
Y por lo que sabemos, Safo empleó precisa y deliberadamente este Eros —al igual que la mayoría de los maestros en la
Antigüedad— como método de enseñanza. Una y otra vez, he comprobado
que los encuentros de vida más decisivos o las más decisivas revelaciones, a
partir de esos encuentros, ocurren cuando Eros está presente. Puede tratarse de
un encuentro con un hombre o con una mujer; es algo que no se puede prever.
Cuando eso sucede es difícil describirlo. Se comparte el mismo espacio y se respira
el mismo aire. Y sentimos que junto a esa persona tan especial y en esa situación
tan especial, lo que ocurre allí es algo igualmente emocionante y especial.
Nuevos poderes de concentración nos son dados, acuden y crecen en nosotros: ese
poder del pensamiento creativo y la fuerza que lo acompaña. Y la imaginación misma
que, incluso, nos permite superar obstáculos materiales. Estas situaciones no
duran mucho tiempo. Sería difícil estimar cómo podríamos prolongarlas porque
tan solo un instante no es suficiente: es demasiado poco. Eros también tiene
cierta duración. No me refiero ahora a un Eros que necesariamente constituya el
preludio de un encuentro sexual. No tiene que ser en absoluto el caso. Es
difícil de explicar. Se trata de una relación de tensa emotividad en la que es
necesario un diálogo porque no se basta como monólogo. Podría también ser un
monólogo: es posible que le suceda a una sola persona. Pero, tal vez, cuando
les sucede a dos personas, surgen proyectos. Ese fue precisamente el caso de cuando
se fundó la Escuela de Poesía. Estas situaciones nos siguen pasando hoy en día cuando
llegamos a estados muy específicos que no necesariamente transmitimos
verbalmente, sino, más a menudo, a través de la tensión física. Son situaciones
de tensa emotividad en las que se hace posible que algo bullente irrumpa entre
las grietas, fulgure de alguna manera y nos seduzca con su espíritu. Entonces,
uno puede realmente volar. Este tipo de experiencias en las que «se puede volar»
son todavía posibles.
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